En 2021 celebramos 1700 años de vida judía En Alemania

Prof. Dr. Michael Brenner

Profesor de historia y cultura judía en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich
Soy el judío alemán, también denominado alemán judío. Pido la palabra con motivo de mi cumpleaños.

¿Ustedes quieren celebrar un cumpleaños conmigo, mi cumpleaños número 1700? Pues bien, acompáñenme; están cordialmente invitados a que les relate mi historia de vida. Pero debo advertirles lo siguiente: Si bien los judíos se divierten cuando festejan, a veces también derraman algunas lágrimas, y entonces rompemos alguna copa para recordar algunas catástrofes en nuestra historia, y por eso a veces también nos volvemos algo reflexivos.

Pues permítanme que, en primer lugar, me presente. Y esto ya se complica un poco. Soy el judío alemán, también denominado alemán judío, conocido en Israel como el „ieke“, y aquí en Alemania, después de que ya no nos querían tener más aquí, prefiero autodenominarme con precaución judío en Alemania. También soy un poco romano, un poco español y, tal vez, un poco polaco y tengo mucho de ruso.

Con respecto a mi fecha de nacimiento, no quieran saberlo con exactitud porque no poseo una partida de nacimiento. El primer indicio que existe de mí data del año 321 en Colonia, a la vera del Rin. Pero créanme que seguramente tengo algunos años más. Con las legiones romanas atravesé los Alpes y, entre nosotros, les cuento que los antiguos germanos no fueron muy acogedores en aquel entonces.

El paisaje era algo salvaje, la gente también, y ni hablar del clima y de la comida. Cuando llegué aquí, esta tierra aún no estaba cristianizada. Simplemente lo menciono, porque muchas veces lo recordé cuando siglos más tarde los cristianos me calificaban como „foráneo“.

Es poco lo que les puedo contar de mi juventud. A mi edad, ya se olvidan algunas cosas y lamentablemente nadie ha conservado mis fuentes. Mis rastros se pierden por primera vez en las aguas del Rin, en la arena del Brezal de Luneburgo („Lüneburger Heide“), en la nieve de los Alpes. Alrededor del año 800 emerjo nuevamente poco tiempo. Para mi emperador Carlomagno acompañé desde Bagdad hasta Aquisgrán al famoso elefante Abul Abbas, que el gran califa Harun al-Rashid le obsequió. En el siglo X estaba asentado junto al Rin y al Danubio. En aquel entonces vivía bastante bien, traje a mi familia desde Italia y desde Francia y fundamos numerosas comunidades. En el año 1084, el obispo Rudiger de Espira nos garantizó los rituales religiosos conforme a nuestros mandamientos y una autoadministración. Inclusive, nos iban a conceder una muralla de protección. ¿Quién entre nosotros hubiera imaginado que unos años más tarde la íbamos a necesitar?

Porque ahora nos perseguían las hordas de cruzados, asesinando a muchos de nosotros, forzando a unos a la conversión y a otros los inducían al suicidio. Continuaron muchas olas de masacres a manos de vándalos que se autonombraban „Rey Armleder“ (Arnold III von Uissigheim, caballero medieval) o „Caballero Rindfleisch“ (masacres de Rindfleisch).

Nos acusaban de haber matado a niños cristianos, de haber robado hostias, de haber envenenado pozos de agua y no sé de cuántas cosas más. Nos cobraban impuestos, nos limitaron en el ejercicio de nuestras profesiones, marcaron nuestra vestimenta y nos expulsaron. Distorsionaron nuestra imagen en cuadros y en esculturas en las grandes iglesias. Todo esto pasó a pesar de que, en realidad, al ser servidumbre gozábamos de la protección del emperador.

Pero cuando celebramos cumpleaños también queremos recordar que no siempre nos iba mal. Así fue que pude estudiar con grandes rabinos: Rabeinu Gerschom en Maguncia, Raschi en Worms, Rabí Iehuda He-Jasid en Ratisbona. Tiempo después, también estuve allí cuando pudimos fundar las imprentas hebreas en Wilhermsdorf, en Sulzbach y en Fürth.

Después de haber sido expulsados de casi todas las grandes ciudades, a partir del siglo XVI vivíamos en el campo y comerciábamos ganado, trabajábamos como vendedores ambulantes o también como mendigos. Sin embargo, también tenía algunos parientes ricos. Ellos decían que eran judíos cortesanos, vestían ropa elegante, podían vivir fuera de los guetos y manejaban los negocios de nuestros soberanos.
La mayoría de ellos defendían nuestros derechos. Pero si tenían mala suerte, al morir su benefactor los responsabilizaban de sus excesos, y luego de ejecutarlos exhibían sus cadáveres por años en una jaula, como fue el caso de aquel Joseph Süß Oppenheimer en Stuttgart.

En el siglo XIX nos emanciparon. Dejé la aldea y me mudé a la ciudad, hablaba en alemán conversacional en lugar de idish y me denominaban ciudadano alemán de religión judía. Fui combatiente en las guerras de liberación contra Napoleón, si bien él nos trajo los derechos civiles plenos; en 1870 luché nuevamente contra un Napoleón y en 1914 me enrolé inmediatamente para ir al frente cuando los franceses querían recuperar su Alsacia y Lorena.

Me sentí orgulloso del primer judío convertido en ministro-presidente de Baviera, el socialista Kurt Eisner, así como del primer ministro de relaciones exteriores judío del Imperio, el burgués Walther Rathenau. Pero lamentablemente, pocos meses después de asumir sus cargos, ambos fueron asesinados por extremistas de derecha.

En 1896 no quise hacerle caso a Theodor Herzl, quien nos dijo que en este país no nos dejarían en paz, y por eso quería fundar un Estado judío en alguna parte en Oriente. Tampoco quise hacerle caso en 1921 a Jakob Wassermann, quien si bien no pretendió formar un Estado judío, sostuvo que no había alternativa siendo alemán y judío.

Y así llegamos a 1933 y, sinceramente, no quisiera arruinarles la fiesta de cumpleaños. De todos modos, ustedes saben lo que pasó después. De algún modo pude sobrevivir. No pregunten cómo lo logré. Y no pregunten qué sucedió con mi familia. Después de todo, estoy otra vez aquí. No todos los judíos ni todos los alemanes lo aprueban, pero no quiero quejarme.

Sí, el pasado fue atroz, pero la historia fue esclarecida. Es cierto, también existen otra vez antisemitas desagradables, pero hoy también existe, designado por el gobierno alemán, un comisionado para la lucha contra el antisemitismo. También existen nuevas sinagogas y escuelas judías, judíos que emigraron a Alemania desde la ex Unión Soviética e israelíes que residen en Berlín. No nos dejamos vencer tan fácilmente. Entonces vengan, vamos a festejar. ¿Cuál es su deseo para mí? ¿Nu? Que viva hasta los 120 no es lo más acertado en mi caso. Entonces: ¡Brindemos por los próximos 1700 años! ¡Lejaim!
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